Con la llegada de las bajas temperaturas, muchas personas que conviven con perros se replantean una pregunta habitual: ¿deben dormir adentro o afuera? , el lugar que ocupa una mascota durante la noche puede tener un impacto directo en su salud
El bienestar de los animales está condicionado por múltiples factores: la temperatura ambiente, el espacio disponible, la edad del perro, el tipo de pelaje y, sobre todo, el vínculo con su grupo humano. “Al igual que nosotros, nuestros perros pueden sentir el frío en las épocas más frescas del año. La buena noticia es que hay medidas sencillas para mantenerlos felices, sanos y protegidos”, advierten desde la ONG británica Guía Canina.
Entre los riesgos que enfrentan durante el invierno se encuentran la hipotermia, la congelación, la intoxicación por anticongelantes y la deshidratación. Los síntomas de congelación pueden incluir piel pálida o azulada, ampollas, hinchazón o dificultad para caminar, y en algunos casos, los perros requieren medicación para aliviar el dolor.
Los veterinarios coinciden en que lo más recomendable es que los perros tengan un acceso libre entre el interior y el exterior del hogar durante el día, pero duerman en un ambiente cerrado y protegido durante la noche. Las temperaturas más bajas pueden afectar especialmente a los animales pequeños, mayores o de pelo corto, acelerando la pérdida de calor corporal y debilitando el sistema inmunológico.
Pero más allá del resguardo físico, los expertos subrayan la importancia del aspecto emocional: dormir cerca de sus referentes humanos fortalece la confianza y reduce la ansiedad. Los perros, descendientes de los lobos, mantienen una inclinación natural a formar grupos sociales estables. La cercanía durante el descanso nocturno es clave para su bienestar integral.
Esto no implica necesariamente permitirles dormir en la cama o dentro de la habitación, aunque eso depende de cada familia. Se trata, simplemente, de ofrecerles un espacio seguro dentro del hogar: cálido, ventilado, tranquilo y alejado de corrientes de aire. Esta medida previene afecciones respiratorias, dolores articulares y deterioro anímico.
Alimentación adaptada al invierno
El frío también impacta en la nutrición. Durante el invierno, se recomienda aumentar el aporte calórico mediante grasas saludables y proteínas de calidad, además de garantizar una buena hidratación. Las dietas deben incluir nutrientes que fortalezcan el sistema inmunológico y cuiden la piel y el pelaje.
Los veterinarios sugieren:
Proteínas (alrededor del 25% de la dieta): esenciales para mantener la masa muscular y las defensas.
Grasas saludables: aportan energía y ayudan a conservar el calor corporal.
Carbohidratos moderados: como avena o arroz, que brindan energía sin generar sobrepeso.
Vitaminas A, C y E, y ácidos grasos Omega-3: protegen la piel, refuerzan el pelaje y forman una barrera natural contra el frío.
Una elección con impacto
Dormir bajo techo no es solo una cuestión de comodidad, sino una medida preventiva y afectiva. Obligar a un perro a pasar la noche a la intemperie, especialmente en contextos de ola polar, puede derivar en consecuencias severas e incluso mortales. Por otro lado, restringir completamente el contacto con el exterior también impide que desarrollen su comportamiento natural.
La clave está en el equilibrio: permitir que se muevan durante el día y garantizar un descanso nocturno seguro, cálido y en compañía. En definitiva, el cuidado responsable implica considerar no solo el entorno, sino también las necesidades emocionales del animal.
El debate sobre si los perros deben dormir adentro o afuera podría continuar, pero los datos son claros: el lugar más seguro, saludable y afectivo para ellos, especialmente en invierno, es dentro del hogar, cerca de su familia.
Fuente: Infobae